




♡ Enero 18, 2001 (1), mensaje de amor
Estaba yo completamente exhausta de sufrir dolores extremos, imposibilitada para decir siquiera el Padre Nuestro, pero pude muy apenas hacer las Estaciones de la Cruz en la Montaña de la Santísima Madre, meditando en los dolores que sufrió el Señor. Cuando llegamos a la Novena Estación, sin embargo, sentí una mejoría sustancial en mi condición cuando estaba rezando con los ojos cerrados. Estábamos muy sorprendidos, porque, justo unos instantes antes, había sido muy difícil para mí mover mi cuerpo como si hubiera sido golpeado con una vara de acero.
Eran alrededor de las 9:30 a.m. Había muchas marcas de sangre fresca en la acera empedrada en el Camino de la Cruz. En la Decimosegunda Estación, vimos marcas de sangre fresca esparcidas alrededor en la tierra. También había marcas de salpicaduras hechas cuando la sangre goteó en la tierra. Encontramos marcas de sangre fresca en todo el camino desde la Séptima Estación hasta la Decimotercera Estación.
Subimos Estación tras Estación, viendo atentamente alrededor. Cuando hicimos una pausa en la Séptima Estación para una meditación breve, tuve una visión. En cualquier momento en que la gente en el mundo cometía pecados, Jesús era crucificado de nuevo y la corona de espinas era presionada más fuerte en su cabeza causando más sangrado. Su Sagrado Corazón también era desgarrado y sangraba. La Santísima Madre estaba viendo todo esto, derramando lágrimas de sangre por los dolores de su Corazón que era desgarrado. Ella habló gentil y amablemente.
LA SANTÍSIMA MADRE:
¡Mi amada hija! Tu Señor y yo, Quienes escuchamos los sonidos de tus oraciones fervientes que ofreces cada día para ayudar a cargar la Cruz del Señor, recibimos gran consolación.
Oré fervientemente, gritando en mi corazón, "¡Oh, mi Madre, mi Mamita! ¿Qué no puedo hacer, si mis oraciones débiles y pobres pueden dar algo de consuelo al Señor? Como soy del Señor si muero y soy del Señor si vivo, déjame ser un instrumento de fe de acuerdo a la Voluntad del Señor." Apenas terminé mi oración, cuando, en seguida de un sonido repentino de flagelación, caí en la tierra cubierta de piedras y comencé a rodar cuesta abajo. Estaba feliz, porque pude participar siquiera en un poquito de los sufrimientos del Señor. (Más tarde, quienes estaban orando conmigo dijeron que rodé cuesta abajo unas doce veces.) Luego, escuché la voz del Señor.
JESÚS:
¡Mi amada pequeña alma! Mi adorable bebé que encuentra gozo al sufrir dolores por Mí y Mi Madre y por la conversión de los pecadores. Muchas almas se arrepentirán a través de los dolores que tú sufres en unión con Mi Madre en Mi Amor Trascendente. ¿Cómo podría no estar contigo, cuando tú estás siempre con Mi Madre así? ¿Cómo podría no escuchar los sonidos de las oraciones que tú ofreces?
Este lugar es el Camino de la Cruz, el cual Yo personalmente camino derramando sangre junto contigo. Por lo tanto, si todos aquellos que recorran este Camino de la Cruz abren ampliamente las puertas de sus corazones, desean sinceramente unirse a Mí, y rezan participando en los dolores que Yo sufrí, Me encontrarán y recibirán curaciones físicas y espirituales.
¡Todos los amados hijos en el mundo! Aun en esta hora, cuando han pasado dos mil años, vengo a ustedes, derramando sangre así, para estar con ustedes. No se arrepientan en el último día, luego de haber estado atados a y haber estado comprometidos con las cosas del mundo y la carne que se pudre y es pasajera, sino dense prisa para ir tras de Mí a través de Mi Madre, ármense con los mensajes que Mi Madre y Yo les hemos dado para arrepentirse, repitiendo las mismas palabras una y otra vez, y hereden el Cielo que ha sido ganado a través de los dolores inmensurables de la Cruz.
♡ Enero 18, 2001 (1), mensaje de amor
Estaba yo completamente exhausta de sufrir dolores extremos, imposibilitada para decir siquiera el Padre Nuestro, pero pude muy apenas hacer las Estaciones de la Cruz en la Montaña de la Santísima Madre, meditando en los dolores que sufrió el Señor. Cuando llegamos a la Novena Estación, sin embargo, sentí una mejoría sustancial en mi condición cuando estaba rezando con los ojos cerrados. Estábamos muy sorprendidos, porque, justo unos instantes antes, había sido muy difícil para mí mover mi cuerpo como si hubiera sido golpeado con una vara de acero.
Eran alrededor de las 9:30 a.m. Había muchas marcas de sangre fresca en la acera empedrada en el Camino de la Cruz. En la Decimosegunda Estación, vimos marcas de sangre fresca esparcidas alrededor en la tierra. También había marcas de salpicaduras hechas cuando la sangre goteó en la tierra. Encontramos marcas de sangre fresca en todo el camino desde la Séptima Estación hasta la Decimotercera Estación.
Subimos Estación tras Estación, viendo atentamente alrededor. Cuando hicimos una pausa en la Séptima Estación para una meditación breve, tuve una visión. En cualquier momento en que la gente en el mundo cometía pecados, Jesús era crucificado de nuevo y la corona de espinas era presionada más fuerte en su cabeza causando más sangrado. Su Sagrado Corazón también era desgarrado y sangraba. La Santísima Madre estaba viendo todo esto, derramando lágrimas de sangre por los dolores de su Corazón que era desgarrado. Ella habló gentil y amablemente.
LA SANTÍSIMA MADRE:
¡Mi amada hija! Tu Señor y yo, Quienes escuchamos los sonidos de tus oraciones fervientes que ofreces cada día para ayudar a cargar la Cruz del Señor, recibimos gran consolación.
Oré fervientemente, gritando en mi corazón, "¡Oh, mi Madre, mi Mamita! ¿Qué no puedo hacer, si mis oraciones débiles y pobres pueden dar algo de consuelo al Señor? Como soy del Señor si muero y soy del Señor si vivo, déjame ser un instrumento de fe de acuerdo a la Voluntad del Señor." Apenas terminé mi oración, cuando, en seguida de un sonido repentino de flagelación, caí en la tierra cubierta de piedras y comencé a rodar cuesta abajo. Estaba feliz, porque pude participar siquiera en un poquito de los sufrimientos del Señor. (Más tarde, quienes estaban orando conmigo dijeron que rodé cuesta abajo unas doce veces.) Luego, escuché la voz del Señor.
JESÚS:
¡Mi amada pequeña alma! Mi adorable bebé que encuentra gozo al sufrir dolores por Mí y Mi Madre y por la conversión de los pecadores. Muchas almas se arrepentirán a través de los dolores que tú sufres en unión con Mi Madre en Mi Amor Trascendente. ¿Cómo podría no estar contigo, cuando tú estás siempre con Mi Madre así? ¿Cómo podría no escuchar los sonidos de las oraciones que tú ofreces?
Este lugar es el Camino de la Cruz, el cual Yo personalmente camino derramando sangre junto contigo. Por lo tanto, si todos aquellos que recorran este Camino de la Cruz abren ampliamente las puertas de sus corazones, desean sinceramente unirse a Mí, y rezan participando en los dolores que Yo sufrí, Me encontrarán y recibirán curaciones físicas y espirituales.
¡Todos los amados hijos en el mundo! Aun en esta hora, cuando han pasado dos mil años, vengo a ustedes, derramando sangre así, para estar con ustedes. No se arrepientan en el último día, luego de haber estado atados a y haber estado comprometidos con las cosas del mundo y la carne que se pudre y es pasajera, sino dense prisa para ir tras de Mí a través de Mi Madre, ármense con los mensajes que Mi Madre y Yo les hemos dado para arrepentirse, repitiendo las mismas palabras una y otra vez, y hereden el Cielo que ha sido ganado a través de los dolores inmensurables de la Cruz.