

♡ Julio 9, 2002, mensaje de amor
Sufriendo dolores por tres días y sin poder dormir desde anteayer, ofrecí mis dolores por la santificación del clero y los religiosos y por la conversión de los pecadores. Habiendo luchado con los dolores toda la noche, vi a través de la ventana que ya comenzaba a amanecer. Alrededor de las 7 a.m., estando todavía en la cama orando y tratando de dormir un poco, tuve una visión de escenas a las cuales no podía mirar con los ojos abiertos. Eran indescriptiblemente horribles.
Personas, masculinas y femeninas, viejas y jóvenes, estaban entregados a pecados de impureza, revelando escenas de locura. Sería muy embarazoso el mencionar todas las cosas obscenas que estaban haciendo. ¿Cómo podría yo tan siquiera enumerarlas? Varias clases de pecados que estaban cometiendo con un orgullo que alcanzaba al cielo, reminiscente de la Torre de Babel, eran para dejarlo a uno en una consternación total.
Jesús y la Santísima Madre, que estaban viendo esto, primero derramaron lágrimas, luego lágrimas ensangrentadas y finalmente lágrimas de sangre y sudor ensangrentado. Estas lágrimas de sangre y el sudor ensangrentado estaban cayendo, pero parecían desaparecer antes de llegar al suelo. Al mismo tiempo, sentí algo goteando sobre mi frente. Me sorprendí y rápidamente limpié mi frente con mis manos, pero sentí que algo continuaba goteando, no sólo en mi frente sino en todo mi cuerpo. Mientras yo me preguntaba si esto era una realidad física o algo espiritual, escuché la hermosa y cariñosa voz de la Santísima Madre.
LA SANTÍSIMA MADRE:
¡Mi amada hija, una pequeña alma! Mi Hijo Jesús y yo recibimos mucha consolación a través de las copas de reparación que tú nos ofreces con inmenso amor y sacrificio.
¡Hija! ¿Viste claramente el estado de los hijos en el mundo? Es por eso que junto con mi Hijo Jesús, les he revelado el camino corto al Cielo, mostrando numerosas señales a través de ti, a quien escogí en Naju, Corea, y repetido las mismas palabras una y otra vez en tantos días con el fin de salvar este mundo y a todos los hijos en el mundo. Sin embargo, de entre todos los hijos en el mundo, ¿cuántas almas de hecho han reconocido y seguido mis palabras y las de mi Hijo Jesús?
Hasta la gran mayoría del clero y los religiosos a quienes he escogido y mis hijos que han sido llamados especialmente y se supone que me conocen y a mi Hijo Jesús, no han estado consolando los corazones heridos de mi Hijo Jesús y el mío al no seguir los mensajes que mi Hijo Jesús y yo les hemos estado dando. En vez de eso, se han vuelto espiritualmente ciegos y sordos y se mantienen obsesionados por vanas ilusiones y una espiritualidad equivocada. ¿Cómo podemos mi Hijo Jesús y yo no derramar lágrimas de sangre y sudor ensangrentado como éste?
¡Todos los hijos en el mundo! La hora del juicio de justicia de Dios no está lejos. Por lo tanto, ahora, no aplacen la decisión por más tiempo, apúrense a arrepentirse y agarrando fuertemente mis manos, vayamos hacia mi Hijo Jesús que los ama tanto.
Ahora, los numerosos hijos en el mundo, hombres y mujeres, viejos y jóvenes están cometiendo pecados de obscenidad sin vacilar, aun escondiendo sus posiciones sociales y para ir más alto, están pisoteando a otros, utilizando cualquier medio, e inclusive cometiendo asesinatos. Inclusive los hijos que han sido llamados están peleando unos contra otros como demonios hambrientos, para llegar a estar más arriba que otros.
¡Qué lleno de alegría estaría el demonio de la división, pues busca prevenir que la gente se una, promover la división entre ellos y hacer que se dispersen! Por eso, los demonios, que están tan felices, se les acercan fingiendo amistad y toda clase de beneficios para promover la división y ocasionar confusión. Sin embargo, los numerosos hijos en el mundo y hasta la gran mayoría de los hijos escogidos por mí están siguiendo a los falsos profetas. Mientras observo esto, siento una gran opresión en mi Corazón.
Esos sonidos de los auto-denominados profetas usando mi nombre para deslumbrar a los hijos en el mundo con falsas profecías. . . Esos falsos profetas esparciendo sueños y vanas ilusiones como si fueran palabras de mi Hijo Jesús y mías. . . Yo y mi Hijo Jesús ya les hemos dicho a través de mi hija, una pequeña alma, cómo tomar el atajo al Cielo, haciéndose sencillas y pequeñas almas como niños. Sin embargo, ¡qué ciegos y sordos son ustedes, incapaces de ver u oír e incapaces de discernir!
¡Hijos! De seguir ustedes incapaces de deshacerse de curiosidades inútiles, oyendo vanos sueños, falsas profecías e ilusiones, por lo tanto quedar al final como espigas de trigo vacías y eventualmente a la hora del juicio final, ser arrojados a las ardientes llamas sulfurosas. Apúrense a confiar en los mensajes que mi Hijo Jesús y yo les hemos estado dando, llévenlos a cabo y serán salvados.
Estos tiempos están inmersos en pecados que son más malos que los de los tiempos de Sodoma y Gomorra y del diluvio de Noe, y por ello están perpetrando las ofensas contra Dios. Por esta razón, ahora, yo quiero suplicarles con mis últimas lágrimas de sangre.
¡Ya, apúrense y vengan todos los hijos en el mundo! A ustedes, que se me arrimen, ¿qué puedo negarles? Sin embargo, la gran mayoría de los hijos ya se han apartado de Dios. Es por eso por lo que mi Hijo Jesús, su Redentor, está derramando la sangre y el agua de Su Corazón desgarrado sin retener siquiera una gota, para salvarlos, pero ¿cuántas almas están realmente arrepentidas? Dios Padre, que ve esto y lo lamenta, está lleno de cólera y va a mandar pronto el castigo.
♡ Julio 9, 2002, mensaje de amor
Sufriendo dolores por tres días y sin poder dormir desde anteayer, ofrecí mis dolores por la santificación del clero y los religiosos y por la conversión de los pecadores. Habiendo luchado con los dolores toda la noche, vi a través de la ventana que ya comenzaba a amanecer. Alrededor de las 7 a.m., estando todavía en la cama orando y tratando de dormir un poco, tuve una visión de escenas a las cuales no podía mirar con los ojos abiertos. Eran indescriptiblemente horribles.
Personas, masculinas y femeninas, viejas y jóvenes, estaban entregados a pecados de impureza, revelando escenas de locura. Sería muy embarazoso el mencionar todas las cosas obscenas que estaban haciendo. ¿Cómo podría yo tan siquiera enumerarlas? Varias clases de pecados que estaban cometiendo con un orgullo que alcanzaba al cielo, reminiscente de la Torre de Babel, eran para dejarlo a uno en una consternación total.
Jesús y la Santísima Madre, que estaban viendo esto, primero derramaron lágrimas, luego lágrimas ensangrentadas y finalmente lágrimas de sangre y sudor ensangrentado. Estas lágrimas de sangre y el sudor ensangrentado estaban cayendo, pero parecían desaparecer antes de llegar al suelo. Al mismo tiempo, sentí algo goteando sobre mi frente. Me sorprendí y rápidamente limpié mi frente con mis manos, pero sentí que algo continuaba goteando, no sólo en mi frente sino en todo mi cuerpo. Mientras yo me preguntaba si esto era una realidad física o algo espiritual, escuché la hermosa y cariñosa voz de la Santísima Madre.
LA SANTÍSIMA MADRE:
¡Mi amada hija, una pequeña alma! Mi Hijo Jesús y yo recibimos mucha consolación a través de las copas de reparación que tú nos ofreces con inmenso amor y sacrificio.
¡Hija! ¿Viste claramente el estado de los hijos en el mundo? Es por eso que junto con mi Hijo Jesús, les he revelado el camino corto al Cielo, mostrando numerosas señales a través de ti, a quien escogí en Naju, Corea, y repetido las mismas palabras una y otra vez en tantos días con el fin de salvar este mundo y a todos los hijos en el mundo. Sin embargo, de entre todos los hijos en el mundo, ¿cuántas almas de hecho han reconocido y seguido mis palabras y las de mi Hijo Jesús?
Hasta la gran mayoría del clero y los religiosos a quienes he escogido y mis hijos que han sido llamados especialmente y se supone que me conocen y a mi Hijo Jesús, no han estado consolando los corazones heridos de mi Hijo Jesús y el mío al no seguir los mensajes que mi Hijo Jesús y yo les hemos estado dando. En vez de eso, se han vuelto espiritualmente ciegos y sordos y se mantienen obsesionados por vanas ilusiones y una espiritualidad equivocada. ¿Cómo podemos mi Hijo Jesús y yo no derramar lágrimas de sangre y sudor ensangrentado como éste?
¡Todos los hijos en el mundo! La hora del juicio de justicia de Dios no está lejos. Por lo tanto, ahora, no aplacen la decisión por más tiempo, apúrense a arrepentirse y agarrando fuertemente mis manos, vayamos hacia mi Hijo Jesús que los ama tanto.
Ahora, los numerosos hijos en el mundo, hombres y mujeres, viejos y jóvenes están cometiendo pecados de obscenidad sin vacilar, aun escondiendo sus posiciones sociales y para ir más alto, están pisoteando a otros, utilizando cualquier medio, e inclusive cometiendo asesinatos. Inclusive los hijos que han sido llamados están peleando unos contra otros como demonios hambrientos, para llegar a estar más arriba que otros.
¡Qué lleno de alegría estaría el demonio de la división, pues busca prevenir que la gente se una, promover la división entre ellos y hacer que se dispersen! Por eso, los demonios, que están tan felices, se les acercan fingiendo amistad y toda clase de beneficios para promover la división y ocasionar confusión. Sin embargo, los numerosos hijos en el mundo y hasta la gran mayoría de los hijos escogidos por mí están siguiendo a los falsos profetas. Mientras observo esto, siento una gran opresión en mi Corazón.
Esos sonidos de los auto-denominados profetas usando mi nombre para deslumbrar a los hijos en el mundo con falsas profecías. . . Esos falsos profetas esparciendo sueños y vanas ilusiones como si fueran palabras de mi Hijo Jesús y mías. . . Yo y mi Hijo Jesús ya les hemos dicho a través de mi hija, una pequeña alma, cómo tomar el atajo al Cielo, haciéndose sencillas y pequeñas almas como niños. Sin embargo, ¡qué ciegos y sordos son ustedes, incapaces de ver u oír e incapaces de discernir!
¡Hijos! De seguir ustedes incapaces de deshacerse de curiosidades inútiles, oyendo vanos sueños, falsas profecías e ilusiones, por lo tanto quedar al final como espigas de trigo vacías y eventualmente a la hora del juicio final, ser arrojados a las ardientes llamas sulfurosas. Apúrense a confiar en los mensajes que mi Hijo Jesús y yo les hemos estado dando, llévenlos a cabo y serán salvados.
Estos tiempos están inmersos en pecados que son más malos que los de los tiempos de Sodoma y Gomorra y del diluvio de Noe, y por ello están perpetrando las ofensas contra Dios. Por esta razón, ahora, yo quiero suplicarles con mis últimas lágrimas de sangre.
¡Ya, apúrense y vengan todos los hijos en el mundo! A ustedes, que se me arrimen, ¿qué puedo negarles? Sin embargo, la gran mayoría de los hijos ya se han apartado de Dios. Es por eso por lo que mi Hijo Jesús, su Redentor, está derramando la sangre y el agua de Su Corazón desgarrado sin retener siquiera una gota, para salvarlos, pero ¿cuántas almas están realmente arrepentidas? Dios Padre, que ve esto y lo lamenta, está lleno de cólera y va a mandar pronto el castigo.